Semana Santa: de reflexión a abierta de ojos
- Laura Villarreal A. 
- 11 abr 2023
- 6 Min. de lectura

Hace días, hablando con un compañero de la universidad, caíamos en cuenta de cómo nos cambió la vida al haber salido del entorno cultural en el que nacimos para ir a estudiar en la capital del país; un mundo completamente distinto. Entre los factores que propiciaban el cambio, también se encontraba la elección de universidad y de carrera, entendiendo que lo que estudié y donde lo estudié, implicaba abrirse sí o sí a nuevas visiones. Obviamente, all in all, esos cambios terminaron siendo pieza clave en el proceso de abrir la mente hacia nuevas posibilidades; nuevas formas de ver la vida. Como dirían por ahí, empezamos a evaluar nuestro entorno con otros ojos. Estos cambios nos permitieron notar que, a pesar de lo arraigado que nuestro contexto se encuentre a nuestra personalidad y forma de vivir la vida, siempre hay factores que nos van a invitar a ver las cosas de una forma distinta. Sin embargo, lo importante de esta llamada al cambio es no dejar que se vaya a buzón, es contestarla. Y es precisamente porque la contesté, que vengo a contarles un par de anécdotas de transformación de opiniones y creencias.
Como ya saben porque obviamente leyeron mi presentación en este blog, nací y me crié en una familia ultra conservadora y ultra católica. Por muchos años, sin duda ni crítica en la cabeza, seguí los lineamientos aquellos que me dictaban clases de un “buen vivir”. En esa época, lo único que sabía era que tocaba seguir las reglas de pie a cabeza y, si decían misa, misa era. Hice la primera comunión aprendiendo y recitando cuanto cántico católico existiese, como si cantara un cumpleaños feliz en un mes que no fuese mi cumpleaños. Empecé a crecer y a poner en duda ciertas prácticas, trayendo a consideración lo poco que había aprendido sobre el humano y su tergiversación de la historia. Si nos hicieron creer que la tierra era plana, sabiendo que había información suficiente para demostrar lo contrario, ¿por qué no habrían modificado versículos de la Biblia? Si nos hicieron creer que era necesario hacer una quema de libros masiva porque las mentes brillantes no desafiaban la opinión de “Dios”, ¿quién era verdaderamente capacitado para saber la opinión de ese todo poderoso?. Si nos hicieron creer que aquello de perseguir “brujas” era por el bienestar general, ¿qué más matanzas habrían justificado? Si tanto daño oculto hicieron, ¿qué historia era la que en realidad estábamos escuchando?
Bueno, bueno, sin tanto debate todavía, porque primero debo contarles cómo llegué a armarme todo este tramuyo en mi cabeza. El cuento va en que, llegado décimo grado en el colegio, tocaba -sí, tocaba- hacer la confirmación (otro de los mil procedimientos de reafianzamiento de la fe católica). Yo, en una de las tantas charlas con mi mamá en donde ella notaba que yo estaba siendo un bicho raro, le comenté que no estaba segura de querer confirmarme. Le di una cantidad de argumentos muy bien sustentados -eso sí- pero, para ella, todavía era muy joven y muy ingenua como para decidir si eso en verdad era lo que yo quería. Esto era definitivamente una anomalía en la matrix familiar e implicaba un esfuerzo mayor de adiestramiento. Obviamente mi libre albedrío había sido lo suficientemente libre dentro del mar de conocimientos católicos que mi familia me había brindado y eso implicaba que, para poder decidir libremente, primero debía graduarme del colegio, como mínimo. Obviamente, mi familia era super kantiana y sabía que yo, por ningún lado, había llegado a la mayoría de edad. Qué bruta era yo, claramente. Tocaba confirmarse, definitivamente.
Eso sí, para esa época ya era muy notorio mi distanciamiento físico con la Iglesia y, si me decían misa, yo decía “esta vez no, muchas gracias”. Aprendí a poner límites en este aspecto (los que poco he logrado poner en este entorno ultra conservador) y a decidir por mi propia cuenta sobre cómo gestionar mi religiosidad. Empecé a leer, ver documentales e informarme de otras formas para aprender mucho más sobre lo que me habían inculcado y así lograr reconstruir mi propio criterio e interpretación de mi propia realidad. Sí, me refiero a mi realidad porque, a final de cuentas, mi opinión también puede ser errónea, especialmente si la evalúa alguien con un pensamiento totalmente diferente al mío. De hecho, fue gracias al par de clases de filosofía política y los miles de debates críticos frente a estos temas, que me permitieron llegar a construir una opinión más informada y menos tergiversada de la realidad. Eso sí, antes de adentrarme en la voz de la crítica de hoy, quiero resaltar que fue esa misma opinión la que me ha hecho enamorar aún más de mi Dios y la espiritualidad, alejándome un poco más de la humanidad y su idiotez.
Ahora sí, dentro de toda esta coyuntura de semana santa y las tradiciones que han pasado de generación en generación, vengo a contarles un par de ironías que se han cruzado en mi camino y hoy son motivo de contradicción en el debate familiar. Hay unas que en realidad siempre fueron un par de tonterías que me decían cuando chiquita, como que si me bañaba después de 11 am durante esta semana, me convertiría en pez, o cosas por el estilo. Por otro lado, escuchaba cosas como que ciertas actividades o situaciones implicaban estar cometiendo un pecado, que me hacían dudar si esta época de recogimiento y reflexión, eran más una técnica de control social, que una forma de afianzar la fe en Dios. Entre las mil y una cosas que he descubierto que la Iglesia Católica ha tergiversado, yo todavía sigo sin entender, por ejemplo, la lógica de no comer carnes rojas todos los viernes de cuaresma y cero carnes durante jueves y viernes santo. Según la fe católica, el motivo principal por el cual se lleva a cabo esta práctica, es para privarse de algo, a modo de sacrificio, como aquel que hizo Cristo en la cruz.
Okay, tiene mucha lógica el privarse de algo tan importante para el promedio de la población mundial como símbolo de apoyo y duelo ante la pérdida. Pero me surgen un par de dudas. Primero, para generar empatía, ?no valdría más la pena llevar ese duelo a un contexto propio que genere un mayor sacrificio que el generalizar la no ingesta de carne? ¿Esto no generaría un resultado más satisfactorio a la hora de afianzar a los creyentes de esta nueva época? Además, a pesar de no poder comer pollo, por ejemplo, ¿podríamos comer huevo de gallina? Ah sí, eso sí, porque no es carne… The audacity. No sé ustedes, pero, para mí, esto desmonta, de entrada, el debate del aborto. Si el tema del sacrificio de no comer carne porque esta representa la carne de Cristo fallecido en la cruz, descarta la inhabilidad de comerse el huevo porque este no es carne en sí todavía, ¿entonces esto no descartaría la imposibilidad de abortar el feto humano? Creo que el argumento está claro… Si el huevo de gallina representa exactamente lo mismo que un feto en la barriga de su humana y el feto del pollo no es un animal sintiente, pero el feto humano sí, para mí, hay algo mal planteado en el argumento central. A pesar de haber tirado la anterior bomba atómica, voy a dejar esta parte del debate abierta, a pesar de que esto implique una posibilidad de cancelación, única y exclusivamente porque el debate alrededor del aborto amerita una publicación más detallada e informada que esta (prometo sentarme a ñoñear y hacerla pronto).
En fin, el punto central del debate de hoy recae en lo fácil que se desmontaron muchos de los argumentos que me implantaron de pequeña, especialmente cuando empecé a tener una conciencia informada alrededor de dichos argumentos. Así como el anterior argumento se desmonta con tan poco, lo mismo sucede con argumentos de fe como el llegar “virgen” al matrimonio, comulgar solo si se han confesado los pecados ante un sacerdote o la obligación de ir a misa todos los domingos, ¿no creen? ¿Saben de dónde salió el cuento de no tener relaciones sexuales antes del matrimonio? Resulta que, a pesar de que la respuesta parece conversación de pasillo porque poco o nada se habla al respecto, resulta que dicen que, durante el Siglo XIV, la Iglesia Católica promovió la abstinencia sexual como mecanismo de control de natalicios debido a la escasez de alimentos. De ser verdad, esto tendría mucho sentido al ser la Iglesia un organismo central en el proceso de toma de decisiones del Estado. ¿Cómo no recaer en instrumentalizar la creencia religiosa para influir y adoctrinar a un pueblo azotado por tantas catástrofes, si algo se podría hacer para minimizar el impacto negativo de las mismas?
Como hacedores de política en épocas de crisis, los tomadores de decisión de la Iglesia Católica eran demasiado creativos y asertivos en los mecanismos que implementaban para llevar a sus seguidores de un lado a otro. Sin embargo, como doctrinas, algunos argumentos carecen de una validez certera y sólida cuando son sacados del contexto en el que se implementaron. Más allá de ser una forma de lograr un resultado idóneo para la época en que fueron propuestos, algunas ideas se convierten en ironías de la raza humana al ni siquiera estar fundamentadas en los textos bíblicos. Por ende, se convierten en simples interpretaciones de personas que requerían instrumentalizar la fe como forma de afianzamiento de la misma. Eso sí, jamás voy a negar la importancia de muchas otras ideas o prácticas que hacen de la vida, un tiempo más ameno. De nuevo les digo, bastante espiritual y creyente sí soy, pero de ingenua, en el tema religioso, ya me quedan pocos pelos. Abramos los ojos, informémonos y construyamos criterios propios a partir de la propia voluntad de aceptar el cambio y la diferencia.




Hola Lau!,
Tu texto me sorprende, y me lleva a reflexionar de múltiples maneras acerca de la importancia de nuestra propia capacidad de pensar y razonar en contraposición a lo que piensan y opinan terceros, especialmente en asuntos que afectan nuestra vida y nuestras libertades, tales como las que tu hablas.
Como señalo alguna vez Kant, en su obra "¿Qué es la Ilustración?", debemos ser capaces de pensar por nosotros mismos, sin dejarnos influenciar por las opiniones de otros. "La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad", es decir, la capacidad de pensar por uno mismo y no depender de lo que digan los demás.
Un ejemplo de cómo los pensamientos de los terceros pueden afectar nuestra…