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EL SILENCIO

ADVERTENCIA: CONTENIDO ALTAMENTE TÓXICO.

  • Foto del escritor: Laura Villarreal A.
    Laura Villarreal A.
  • 22 mar 2021
  • 5 Min. de lectura

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De entrada, los recibo diciendo que ojalá la cantidad de gente que contestó la encuesta en mi cuenta de twitter para ayudarme a escoger sobre qué escribir hoy, fuera la misma cantidad que me lee. No obstante, estoy muy feliz pudiendo contar contigo en este proceso de escritura que se ha convertido en mi salvavidas en situaciones bastante complejas que he vivido en los últimos meses. No siendo más, y defraudando una mínima diferencia de votantes en dicha encuesta, procedo con el tema de hoy: Instagram, Twitter y otras redes tóxicas.


Constantemente, percibo comentarios inconformes frente a las redes sociales. Algunas veces están relacionados con los tipos de interacción que se manejan. Otras, hacen referencia a lo superficiales que pueden llegar a ser los contenidos publicados. A pesar de la cantidad de críticas que se le hacen a estas plataformas, la cantidad de usuarios en las mismas sigue en aumento. Instagram cuenta con más de mil millones de usuarios activos hasta enero de 2021. Esto es aproximadamente el 12.5% de la población mundial que, según Statista, la mayoría están entre los 18 y 34 años. Por su parte, twitter presenta alrededor de 340 mil cuentas activas o sea más o menos el 4.25% de la población mundial. Para digerir más fácil esta cantidad de numeritos, es como si Instagram tuviera la población colombiana 20 veces y Twitter más o menos siete veces.


¿Cuál es la afinidad de tanta gente con estas plataformas? Si bien existe una decisión personal a pertenecer a dichas redes, creo que todo radica en la historia de las mismas. Instagram -que por cierto iba a llamarse Burbn- fue creada por Kevin Systrom y Mike Krieger en 2010 como una aplicación de fotografía. Twitter, a pesar de no ser creada como una plataforma de uso público al principio, nace abiertamente como un servicio de mensajería (por eso los 140 caracteres). Entonces, partiendo de esos inicios, estas aplicaciones buscaban conectar personas con gustos y afinidades similares, a través de conceptos distintos. Pero, ¿qué tanto ha sobrevivido de la esencia de estas redes sociales?

Desde hace unos años ya, Instagram ha sido vista como una plataforma que promueve o permite conductas relativamente perjudiciales para la salud mental. En su afán por comunicar y unir personas, ese espacio termina siendo una cortina aparente de lo que uno quiere que otros vean y lo que uno quiere ver de otros. De no ser así, ¿por qué muchos de nosotros nos demoramos eternidades en decidir si compartir una foto o no? ¿Qué tal que no tenga suficientes ‘me gusta’? ¿Qué tal que la hora a la que decida subirla no sea la indicada? ¿Y si no me veo lo suficientemente bien? Interactuando con algunos de ustedes, me comentaban que esta intriga o zozobra creada por estas plataformas depende de una necesidad de reconocimiento y de las personas que sigamos en dichos espacios.


Un estudio realizado por Royal Society of Public Health y la Universidad de Cambridge, determinó que “los jóvenes que pasan más de dos horas al día en redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram son más propensos a sufrir problemas de salud mental, sobre todo angustia y síntomas de ansiedad y depresión”. Personas involucradas en el estudio mencionaban que existía una relación directa entre sus interacciones en las redes sociales y su inestabilidad emocional. En algunas ocasiones, estaba relacionado con el ciberacoso y, en otras, con el matoneo. En ambos casos, los participantes señalaban que esas situaciones los incitaban a autolesionarse o a tener síntomas depresivos y sensación de soledad. También, el estudio indicó que Instagram resultaba ser la red social más relacionada con inseguridades estéticas, insomnio, depresión, matoneo o FOMO (fear of missing out), un síndrome relacionado con la sensación de perdernos cosas y quedar excluidos.


Por otro lado, a partir de los resultados de un estudio del Child Mind Institute publicado en 2017, se logró concluir que una de las afectaciones más severas recae en la degradación y sublimación paralelas del ‘yo’, relacionadas con la obsesión por la atención social. Si bien en ocasiones estas situaciones pasan por desapercibidas, el nivel de auto exposición es tan alto y tan vulnerable que la auto aceptación deriva de la percepción de otros frente a uno mismo. A su vez, esta exposición se ve moldeada por el uso constante de filtros que cambian la apariencia física y ediciones que muestran las imágenes de forma distorsionada.


¿No les pasa que a veces piensan dos veces en subir una foto porque no les parece “Instagram material”? ¿Alguna vez han borrado una foto porque no tiene igual cantidad de “me gusta” que las anteriores? ¿Han dejado de subir fotos porque se les pasó la hora donde creen tener mayor interacción? ¿Cuántas veces han seguido o dejado de seguir a alguien porque su contenido les genera inseguridad con ustedes mismos? ¿Cuántos chismes nos hemos inventado por conclusiones que sacamos por una interacción que nos encontramos? ¿Con cuántas personas nos hemos comparado solo porque ellos aparentan ser más felices que nosotros? ALERTA: CONTENIDO ALTAMENTE TÓXICO.


A pesar de lo anterior, algunos me comentaron que algo positivo que resaltan de las redes sociales es que es un espacio para interactuar, mostrar nuestra identidad y expresarnos. Se convierten en nuestro propio espacio seguro en donde logramos ser nosotros mismos. También, algunos me decían que lograban canalizar la ansiedad que les generaba su entorno, a través del uso específico que les daban a estas plataformas. Por otro lado, algunos me resaltaban unos beneficios muy interesantes frente a la conexión con amistades con las que, en otros espacios, la comunicación se vuelve inexistente. Entonces, plataformas como Instagram y twitter se siguen posicionando como herramientas de interconexión entre conocidos y desconocidos, en pro de la generación de espacios masivos de expresiones individuales de personalidad.


Personalmente, hace unos años decidí hacer un detox de redes sociales y, desde ese momento, me di cuenta que -más que una carga o molestia- pueden convertirse en un espacio propicio para generar redes de apoyo. Seguir dejando que se conviertan en plataformas superficiales y tóxicas, es seguir perpetrando una violencia tácita en contra de nosotros mismos, es por eso que, habiéndoles contado un par de detalles de la otra cara de la moneda, los invito a reflexionar sobe el uso de las redes sociales. En vez de dejarlas ser con su toxicidad, intentemos evaluar cómo logramos hacernos la vida más amena, especialmente en el contexto en que nos encontramos, a través de ellas. Los ‘likes’ no definen quién eres, pero los comentarios y reacciones sí pueden ayudarle a otros alegrándoles el día. Comenten, denle me gusta, reaccionen, repartan felicidad y la felicidad llegará a ustedes. Menos redes sociales tóxicas; más sonrisas reales.

 
 
 

1 comentario


Jorge Armando Montaña Garay
Jorge Armando Montaña Garay
16 jul 2021

:)

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