Cruella DeVil versus los dálmatas: sálvese quien pueda.
- Laura Villarreal A. 
- 15 feb 2021
- 5 Min. de lectura

Antes de proceder a contarles de qué les vengo a hablar hoy, quiero que sepan que estoy obsesionada con Disney. Mi abuelo me enseñó que, por más de que uno siga cumpliendo años, uno no debe perder su niño interior. Vivo creyendo en eso todos los días de mi vida y espero que así siga siendo. Habiendo dicho eso, quiero contarles que, durante el fin de semana, me vi 101 dálmatas y 102 dálmatas. Hace mucho no me las veía y me dejaron mucho que pensar. No lo digo en un mal sentido, sino porque me hicieron ver cómo Disney siempre pone su toque adulto a las películas “de niños”. Obviamente, cuando salieron estas películas, me las vi por los perritos y por lo cómicas que se me hacían, pero, esta vez noté cosas que nunca había pensado más allá.
Una de las cosas que más me impactó es la obsesión que tiene Cruella DeVil con la piel de animales. Como dice Cruella, si ella lo usa, lo vuelve tendencia. Este personaje no solo contaba con pieles de cualquier tipo, sino que estaba dispuesta a cualquier cosa por conseguir la piel que se le apeteciere. Recuerdo muy bien uno de los primeros momentos de 101 dálmatas cuando muestran una noticia proyectada desde el zoológico en la que dicen que ha amanecido el tigre de bengala muerto y sin piel. ¿Cómo una persona puede tener tan poco corazón como para mandar a matar a un tigre y quitarle la piel para un abrigo? Esto no me impactó tanto hasta llegar a la segunda película y ver un cuarto completamente lleno de abrigos de pieles de todos los colores, olores y sabores. Esta vieja en verdad estaba mal de la cabeza. Ven acá, ¿es que acaso en Londres hay invierno 24/7? ¿Nadie le dijo que los animales sufren y que su fama podría llevar al mundo a un estado de valeverguismo por los animales?
Si, si, es Disney… ¿Pa’ qué me pongo a pelear con una película? Oigan no, no peleo con la película y mucho menos me voy a poner a discutir con mi más prolongada fuente de felicidad (o sea Disney, obviamente). La verdad es que estas dos películas muestran una realidad muy cruda que a veces vemos demasiado alejada. Esa obsesión por matar animales por gusto no solo se ha visto en la industria de la moda, sino también en la cacería en donde conservar una parte del cuerpo del animal asesinado es símbolo de superioridad. Creo de entrada que ahí es donde radica el problema y estas dos películas también muestran la respuesta a la incógnita. Los humanos hemos vivido desesperados por creer que somos la raza superior, que somos invencibles. ¿La realidad? Disney nos la muestra. ¿Quiénes resuelven los crímenes en las dos películas? Los animales. Entonces, ¿quiénes son los verdaderamente superiores?
Porque nosotros podamos hablar, plasmar nuestro conocimiento en nuevos descubrimientos y expresarnos de una forma diferente, no significa que seamos superiores. Somos nosotros los humanos los que estamos poniendo en riesgo al planeta acabándonos antes de tiempo los recursos naturales existentes. Por si no saben, hay algo que internacionalmente se conoce como el día de sobregiro, en donde se marca el día en el que los humanos nos acabamos los recursos naturales destinados a durar todo el año. A medida que pasa el tiempo, este día va llegando más rápido, a pesar de que, en 2020, la pandemia ralentizó un poco el proceso. No obstante, organizaciones internacionales no gubernamentales como Global Footprint Network han venido haciendo llamados constantes hacia la conciencia ambiental para que logremos disminuir la rapidez con la que nos consumimos los recursos naturales anuales.
Pero bueno, ¿a qué viene todo este cuento? Viendo 101 y 102 dálmatas, caí en cuenta de algo. Los humanos somos tan egoístas –tal y como lo es Cruella–, que creemos que los animales están a nuestro servicio. Por más que organizaciones internacionales constantemente llamen a la protección de la fauna a nivel global, son pocos los países que actúan frente a esto. De hecho, son pocos los países que, por ejemplo, han prohibido las pruebas cosméticas en animales. Según PETA (People for the Ethical Treatment of Animals), son solo aproximadamente 40 los que reconocen la importancia de limitar estas prácticas. Según Federal Circus Bill, solo 47 países en el mundo han prohibido el uso de animales en circos. Para 2019, solo 12 países cumplían con la legislación necesaria en contra de la crueldad animal, según los estándares de la Organización Mundial de la Salud de los Animales. Adicionalmente, solo 44 países parcial (30) o totalmente (14) apoyaban la legislación en favor de los animales dentro de las Naciones Unidas.
¿Sabías que, según la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA), alrededor de 3.000 animales son matados para el consumo humano, cada segundo? Según una publicación de la revista Frontiers in Ecology and Environment, se calcula que alrededor de 194 millones de aves y 29 millones de mamíferos mueren cada año en las carreteras SOLO en Europa. Solo en España durante 2018, en 1.553 eventos taurinos, murieron 9.318 toros, una cifra que anualmente está registrada entre los 8.000 y los 12.000 según la FAADA. Según la ONU, más de 100.000 animales marinos mueren al año a causa del plástico. Solo en una noche, el 31 de diciembre de 2011 en Arkansas, Estados Unidos, 5.000 pájaros fallecieron a causa de los fuegos pirotécnicos, lo que también pasó en la noche de año nuevo en Roma hace unos meses. Desde hace ya muchos años, en el Parque Nacional Natural de Virunga en Ruanda, asesinan a los gorilas de montaña, llevándolos casi que a la extinción.
Aquí podría quedarme todo el rato escribiéndoles cifras sobre lo mal que estamos frente al reconocimiento de los animales como seres sintientes y sujetos de derecho, pero creo que ha sido más que suficiente. El punto es que, si evaluamos bien 102 dálmatas, nos damos cuenta que la justicia cae en correctas manos cuando se le otorgan 8.000 libras esterlinas al refugio de Kevin. Pero, ¿quién se encargó de esto? Definitivamente no fueron los humanos, fue la alianza estratégica entre perros, pájaros, ratas, ovejas y demás que ayudaron a desenmascarar a la mismísima encarnación de la maldad, Cruella DeVil. El problema está en que esto es Disney, las dos películas se convierten en una exaltación de aquellos sin voz. ¿Y ahora? Los elefantes africanos, los toros en las corridas, los tiburones en Japón o los monos titíes de la Costa Caribe no tienen cómo alzar su voz en son de protesta. Tu sí puedes. En tus manos sí está el defender los derechos de esos hermosos animales y buscar evitarles un daño prolongado. Otro día les hablo de cómo nuestra manera consumista de vivir les hace daño, pero hoy quisiera dejarlos pensando en el daño que les hacemos al no considerarlos sujetos de derecho. Ellos, más que nosotros, merecen vivir tranquilos en esta tierra. ¿Qué estamos haciendo por protegerlos?




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