El señor, la señora y los electrodomésticos.
- Laura Villarreal A. 
- 28 jun 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 29 ago 2022
Llevo varios días pensando en cómo empezar el primer texto que quiero dar a conocer a través de este blog. He cambiado el tema un par de veces. He escrito varias cosas. Ninguna idea me convencía lo suficiente como para ser la primera bomba que causara revuelo después de tanto silencio. Hasta que, un día apareció un video de una mujer hablando. Habían pasado ya varias cosas que habían conmocionado mi interior con respecto a otras cosas que le restaban importancia al video y pensé en sentarme a escribir con respecto a esas cosas. Pero ese video fue el detonante suficiente para hacer explotar en mí una sed insostenible de hablar. Ese video cambió muchas cosas en mí e hizo que las palabras brotaran sin control. Entre muchos sentimientos que llegaron, estuvo la frustración, el desespero y la decepción. Definitivamente me sentí defraudada. Sentí la necesidad de romper con el silencio y atreverme a hablar sobre aquel video.
El dichoso video hablaba sobre el día sin IVA (técnicamente el Impuesto al Valor Añadido) que fue celebrado el pasado viernes 19 de junio y que enloqueció al consumidor capitalista promedio, a pesar de estar inmiscuidos en medio de una pandemia. Pero bueno, este impuesto del que tanto se ha escuchado hablar en estos últimos días no era el punto crucial de la alocución; era de hecho lo menos relevante. Por el contrario, esta grabación hacía énfasis en las compras que se realizaron ese viernes y decía la persona que, durante la jornada, se compraron muchos electrodomésticos. Espero que esta no sea una grata sorpresa y hayas logrado adivinar, pero el video es el de nuestra querida vicepresidenta Martha Lucía Ramírez. Antes de entrar en detalle, quisiera recordar un par de datos curiosos que tal vez valga la pena traer a colación antes de cualquier comentario frente al video del que ya todos hemos oído algo por ahí.
Hace algunos años, cuando veíamos a Martha Lucía Ramírez, particularmente en 2014, algunos pensábamos en el logro que sería que una mujer llegara a un cargo de poder tan trascendente como lo es la Presidencia de la República de Colombia. No es por pordebajear el cargo ni mucho menos; constitucionalmente es obviamente el cargo más importante del país (aunque eso lo podemos debatir después). La candidatura de Martha Lucía sonaba hasta bonita y todo, pero esos mismos que veíamos con ojos esperanzados su excepcional votación en 2014 (al ser mujer en un país tan machista y retrógrado), hoy vemos distinto. Bueno, no puedo caer en la generalización, pero díganme ustedes si la siguen viendo igual o si algo ha cambiado en el panorama. Tal vez se me escapen algunos detalles, ustedes me dirán. Por ahora, continuaré la historia.
Para el momento en el que yo la veía como una figura femenina a destacar, llegaron las elecciones presidenciales de 2014 en las que Martha Lucía obtuvo la tercera votación más alta de esa primera vuelta. Espera, ¿cómo así? ¿Una mujer como candidata a la presidencia por el Partido Conservador logra la tercera votación más alta? Algo debe estar pasando en Colombia que está motivando un cambio interesante en las dinámicas políticas. Algo definitivamente debe estar haciendo un llamado al progreso y el empoderamiento. ¿O sería esta una cortina de humo? Tal vez yo estaba cegada en ese entonces por el ambiente en el que me desenvolvía. Empero, quienes veíamos algo bueno de todo esto, creo que quedamos tentados con ese antojo de ver a una mujer en una ficha de votación para elecciones presidenciales.
Habiendo llegado las elecciones de 2018, Martha Lucía fue elegida como fórmula vicepresidencial para el actual presidente de la República, Iván Duque. ¿Fue una jugada política? Pues claro, sería irónico caer en la duda. Cualquier decisión que se tomase en plena campaña solo podría tener dos resultados: se ganan electores o se pierden. Habiendo asumido el cargo en julio de ese mismo año, Martha Lucía Ramírez se convirtió en la primera mujer en asumir el rol de vicepresidente de la República. Cabe notar que también fue la primera y única mujer que ha liderado el Ministerio de Defensa colombiano. Pero más allá de eso, la verdad sea dicha: no sé mayor cosa de su experiencia como senadora ni como cualquier otro cargo que haya ostentado. Eso sí, después de haber escuchado algunas alocuciones durante esta no tan “cuaren”tena, he decidido seguir más de cerca su proceso como vice. Esto puede sonar un poco irónico o tal vez un poco cuerdo según el recuento anterior, pero lo empecé a considerar necesario cuando noté que algo andaba mal con sus alocuciones o comunicados recientes.
Así como dijo un twittero por ahí, el/la community manager de nuestra vicepresidenta debe estar un poco enloquecido/a. Entonces, en honor a ese twittero, aquí viene el punto crucial de esta columna: ¿qué cocos pasó en ese video? Sí, acepto que ha habido cosas más corridas de la teja o situaciones que se prestan para un análisis más diciente. Sin embargo, he tomado ese video como un ataque algo personal porque creo que esa mujer que habló ahí definitivamente no me representa. No solo no me representa por sus ideales políticos, sino que tampoco me representa porque no es una figura femenina a destacar, como alguna vez llegué a pensar. Pero, ¿cómo así Laura… Destacaste unas líneas arriba sus logros como mujer y ahora les restas importancia? Pues sí, queridos lectores, porque, por ser mujer, no significa que me enganche con otra mujer en la batalla por el empoderamiento femenino si su lucha no es una lucha.
Esa mujer, la cual ha ocupado cargos que ninguna otra mujer ha ostentado, también sigue pensando que los señores deben ayudar a sus esposas a arreglar la casa. También, esa misma mujer cree que los señores se dieron cuenta lo necesarios que son los electrodomésticos para facilitarle las tareas del hogar a sus señoras. Pues no mis señores ni mis señoras, yo no creo que el “aislamiento preventivo obligatorio/inteligente” (o bruto, quién sabe) haya servido para que los señores se den cuenta que las señoras necesitan ayuda de un señor en el hogar. Creo que nosotras, las señoras, hace mucho nos dimos cuenta de que no necesitamos de un hombre, ni en el hogar, ni en la calle ni en ningún lado, para desarrollar nuestros quehaceres. Creo que, si un hombre se jacta de llamarse señor, primero debe revaluarse y buscar saber si es tan hombre para merecer quedarse haciendo labores del hogar y poder ser llamado señor.
No me malinterpreten acá; a nosotras nos llaman señoritas hasta que un hombre “decide” llamarnos señoras. Entonces, ¿por qué no invitarlo a hacer todo lo que nos pedían a las mujeres hacer para que nos llamaran señoras a ver si ellos merecen el título de señor? Es precisamente por esta terminología tan confusa y patriarcal que soy fiel creyente de que la mujer no está hecha para que la cocina o el aseo definan su aspecto señorial. Yo defiendo la idea de que la motivación más grande para que ese pensamiento tan retrógrado perdure en nuestra sociedad, es porque quieren que nosotras sigamos creyendo que somos menos. Nosotras somos señoras después de ser niñas y jóvenes, porque luchamos por nuestro futuro y nos levantamos en una sociedad que nos ha llamado a quedarnos sentadas durante siglos ante la supremacía masculina dentro los círculos de poder y toma de decisiones.
En fin, las mujeres somos mucho más que eso, señora vicepresidenta. Aunque bueno, cuénteme si es que el señor Álvaro (su señor esposo) es tan señor que es el que le ayuda haciendo el aseo en su casa cuando usted sale y habla ante una cámara que definitivamente no es su amiga. Ojalá mis mujeres que me leen me apoyen con esto, pero espero que el día que nosotras necesitemos a un señor para algo, sea para demostrarles que nos habían silenciado por mucho tiempo y ahora estamos logrando cosas que, a pesar de ellos, hacemos mejor. De no ser así, espero que seamos nosotras las que determinemos si un hombre vale ser llamado señor porque cocina, barre y trapea. Y ahora no crean que eso en lo que estamos llamadas a triunfar es precisamente algo así como lavar los platos porque, para la muestra, un botón: Jacinda Ardern, presidenta de Nueva Zelanda. Entonces mujer, ¿eres toda una señora sin un señor? Yo sí lo creo.




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