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EL SILENCIO

La empatía en el *durazno*.

  • Foto del escritor: Laura Villarreal A.
    Laura Villarreal A.
  • 30 ago 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 29 ago 2022


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Muchas conversaciones que he tenido en los pasados meses, me han llevado a quedarme con un sinsabor frecuente. Los temas tienden a variar, pero, por alguna extraña razón, la conclusión termina siendo la misma. No sé si en realidad la razón de fondo es verdaderamente extraña. Solo sé que hay un patrón dentro de todo esto: la gente tiene la empatía en el *durazno*. El que lo entendió, lo entendió. Si no la cogiste, te invito a revisar los emojis en tu teclado. Procede a la parte de alimentos. Busca el durazno. Cuando lo encuentres, piensa a qué podría llegar a hacer referencia. La cogiste, ¿cierto? Ahora te estás riendo, o eso espero. Pero bueno, definitivamente la gente tiene la empatía ahí donde la luz del sol no llega.


De seguro no estarás de acuerdo conmigo hasta que proceda a explicar la hazaña que mis neuronas han realizado para llegar a tan arbitraria determinación. La realidad es que podría hacerte una lista que de seguro llenaría el espacio, pero hay un par de temas en particular que me han hecho recapacitar. Entre esos, el primer tema que me concierne es la falta de empatía para con otro ser humano en estos momentos de pandemia. Se levantaron las restricciones que quedaban en Bogotá y salieron todos como perros en manada cuando les abren la puerta para ir al parque. Como tienes medicina pre-pagada y no tienes problema con pagar los COP 270.000 que cuesta hacerse la prueba del moco (sí, uso este nombre para no decir el que coloquialmente uso para referirme a semejante barbarie), no importa salir a contagiarte. Como estás bien de salud, pero estabas enloqueciendo en tu casa, no importan esos que ni techo tienen para sobrellevar la crisis posterior a tu salida.


¿Qué pasa entonces con quienes no tienen la posibilidad de acceder a UCI cuando se contagian y así lo requieren? ¿Quién piensa en los que llevamos meses sin ver a nuestra familia y no somos capaces de montarnos en un avión por el riesgo que corren nuestros allegados al vernos? ¿A alguien se le cruza por el pensamiento el sentir de aquellos que han quedado en las ruinas después de que sus sueños colapsaran en manos de un virus? Aquí volvemos a aquellos cantos que con fervor gritábamos hace meses y decían “que el privilegio no te nuble la empatía”. De seguro ya han escuchado mucho por ahí sobre lo importante que es ahora el autocuidado y velar autónomamente por tu salud y la de tu entorno. De seguro tienen algún amigo indignado con ustedes, si es que no soy yo, porque prefieren no verlos a correr el riesgo de contagiarse. Es por eso que afirmo que aquí, la empatía está en el *durazno*.


También, muchas conversaciones me han hecho pensar en ese pobre lugar descolorido (y seguro peludo) del cuerpo porque veo cómo algunos, después de tantos meses, no han sido capaces de aprender a ponerse en los zapatos del otro. No hablo por temas de dificultades económicas ya. Ahora hago referencia a un problema sin fin: la decadencia emocional. No todos vivimos y sentimos de la misma manera. Algunos siguen creyendo que el mejor consejo es decir “take a chill pill y sigue adelante”. A veces solo necesitamos ser escuchados, escuchar y ya. Si tan solo el *durazno* pudiera ver la luz del día, probablemente pudiera ver lo importante que es guardar silencio cuando otros más lo necesitan. Pero bueno, un airecito se sale de vez en cuando, aunque uno cree que no lo notaron.


Por último, creo que hay una falta de empatía aun mayor que ha sido meritoria del trofeo más dorado y más grande, debido a la carencia más importante de todos estos meses: la conciencia ambiental. Llevamos más de seis meses encerrados en nuestras casas aprendiendo a convivir con un espacio en el que casi no compartíamos. Algunos días solo lo utilizábamos para dormir y, en otros ratos, para cocinar o relajarnos. Pero, ¿qué tan conscientes somos de que existe un hogar más grande que las cuatro paredes en las que retumban los ecos de esta cuarentena? No me refiero a la ciudad ni al país donde vives; va mucho más allá. Es el planeta el que está pagando las consecuencias de nuestras acciones que llevan la empatía envuelta en caquita.


Aquí vuelvo a lo que les dije antes frente a la falta de conexión con los demás en temas económicos y emocionales, porque velar por construir una conciencia ambiental, es fijarse en el futuro que queremos para todos. Velar por llegar a niveles altos de esa conciencia ambiental significa tener empatía por el otro, el que viene en camino y puede llegar a tener más dificultades por la contaminación y la cantidad de químicos en la comida. Adquirir una conciencia ambiental implica pensar en la cantidad tan abrumante de animales que mueren al año por nuestra culpa y nuestro abuso al consumo de plástico. Adquirirla también implica ser conscientes de los daños que trae consigo una vida consumista de un bienestar autoimpuesto que solo piensa en comprar desesperadamente. Una conciencia ambiental implica tener la empatía en el corazón.


Últimamente, por la importancia que le he dado a este tema, me han tildado de hippie o de irracional, pero creo que pensar en llegar a una edad avanzada como mis papás o mis abuelos, implica aprender a sentir el medio ambiente dentro de nosotros mismos. Si no fuera por el medio ambiente, los animales, las plantas, el oxígeno (…), no estuviéramos acá sentados en nuestras camas tranquilos con la panza llena. Si no fuera por el mercado que tú, o tu familia, hicieron para este mes… Si no fuera por el trabajo que les ayuda a pagar los vicios y gustos capitalistas… Pero, si tan solo fuera por nosotros que tomásemos las decisiones correctas en pro de nuestro propio beneficio y el de la conservación de nuestra especie... Si tan solo no hubieran pedido bolsas plásticas o pitillo en su anterior domicilio…


El impacto medioambiental de estos meses de coronavirus ha traído consigo dos vertientes: aquellos que han disminuido sus acciones dolorosas para el planeta y aquellos que han velado por su propio bienestar, degradando la tierra. Prefiero que me tilden de hippie, alterna, care rara o lo que se les ocurra, antes de volver a caer en ese consumismo abrumador que no pensaba en reciclar o en comprar legumbres al granel. Prefiero velar por ti y tu futuro en este planeta, antes de volver a caer en las garras adictivas de una alimentación sin cuidados. Prefiero construir mi conciencia ambiental con la empatía en el corazón, que seguir degradando nuestra casa comunal con la empatía llena de caquita. Sentí la necesidad de decírtelo, aunque me ignores, pero tienes la empatía en el *durazno*.

 
 
 

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