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EL SILENCIO

No sean una papa cochina.

  • Foto del escritor: Laura Villarreal A.
    Laura Villarreal A.
  • 1 mar 2021
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 29 ago 2022


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Hace unos días estaba con una amiga comprando un paquete de papas en la tienda. Cuando me dispuse a abrirlo, lo bañé en alcohol al igual que mis manos. Ella, muy intelectualmente, me dice “¿sabías que eso de echarle alcohol a las cosas no funciona? El covid no se transmite así”. Yo, al haberlo evaluado ya un par de meses, le dije “no importa, sirve para desinfectarlo en general”. Ambas quedamos pensando en esa respuesta y concluimos que definitivamente echarle alcohol a todo se convirtió en una práctica cotidianamente aceptada. Esto es un juego de palabras muy loco, pero evaluándolo bien, este ya casi año de andar como locos huyéndole a un virus nos ha dejado unas mañas bien particulares.


Antes de proceder en la parla de hoy, voy a aclarar una cosa: no voy a utilizar el término ‘tapabocas’ porque considero que ilustra de una muy mala manera lo que ese aparato en realidad hace. En cambio, haré uso de la traducción literal de face mask, máscara facial, para referirme al intruso mayor con el que debemos andar para arriba y para abajo. Ya en algún momento creo que todos hemos visto las miles de modas que hay alrededor de cómo usar ese pedazo de tela que algunos creen inoficioso. La verdad es que, para mí, la confusión detrás de todo radica en el nombre. ¿Cómo así que tapabocas, pero te cubre casi que toda la cara? Pero bueno, esa es una de las innumerables barrabasadas del español que puede ser cuestión de debate más adelante. Entonces, ya saben, de acá en adelante, máscara o mascarilla.


En todos estos meses desde que el colombiano coronó Wuhan, definitivamente a mí se me quedó el chip con el tema del alcohol, la máscara y un par de cosas más. Pero ahora, con ese poco de estudios que han sacado mostrando lo ineficaces que son esas prácticas que hemos adquirido, he venido pensando si no han sido precisamente esas mañas adquiridas las que han prevenido que nos enfermemos de otras cosas. Obviamente cosas como la tomada de temperatura y que te registre 33 grados Celsius están mandadas a recoger. Después de tantos meses no entiendo cómo a alguien le cabe en la cabeza que esa es una temperatura corporal normal, pero bueno, hay ignorancias peores. En fin, esos estudios dicen que la limpiada de los zapatos o de las llantas de los carros, el ponerse guantes quirúrgicos, desnudarse en la puerta de la casa y correr a bañarse y quién sabe qué más prácticas nos inventamos, no sirven.


Metámosle un poco de lógica a la situación, el virus -SEGÚN LOS EXPERTOS- solo se transmite por el aire. No es como si se la pasara saltando de un zapato a otro, hasta llegar a la nariz de alguien, porque al virus no le da, así no funciona. Aparte, no es como si la gente lamiera las llantas del carro para ver si andan o cualquier cosa loca así. Pero, si bien no sirven para prevenir el contagio del covid porque así no funciona el virus, algunas de estas prácticas sí han sido beneficiosas para las personas. Bueno Laura, ¿y como por qué sales con eso ahora? La verdad es que antes vivíamos de una forma demasiado cochina. Éramos seres demasiado anti-higiénicos.


Retomemos la historia con la que comenzó este escrito. Pensemos en la bolsa de papas. Alguien llevó los paquetes de papas a los mostradores y, muy seguramente, alguien que, como yo, fue indeciso, cogió el paquete, vio otro mejor y volvió a dejar ese en el mostrador. Todos hemos hecho eso, no nos engañemos. Entonces voy a la tienda por un paquete de papas que ya, mínimo, dos personas más han cogido. Se lo entrego a la persona de la caja para pagar y esa persona me lo devuelve. ¿Qué ha tocado esa persona antes? ¿Hace cuánto se lavó las manos por última vez? No tengo ni idea de eso. Entonces, no se trata del covid, se trata de las miles de bacterias, virus, suciedad y contaminantes que hay en el ambiente.


En estos últimos meses he escuchado y leído un montón de veces que la gente dice que desde hace un año no les da gripa. Obviamente esto está directamente relacionado con el encierro, la falta de contacto humano y con esas prácticas atípicas que hemos venido normalizando. ¿Sabían que muchas enfermedades son transmitidas a través del aire y las cosas que tocamos? No solo el covid, también la gripe, el sarampión, la tos ferina y la meningitis bacteriana. La lista es eterna y en realidad son muy pocas las veces en las que somos conscientes de esos riesgos. Es por esto que prácticas como bañarlo todo (por favor no nos tomemos esto literal, gracias) en alcohol y usar la mascarilla facial ideal, han sido uno de los mejores legados de la pandemia, para mí.


Es por esto que una de las conclusiones más importantes que ha dejado esta pandemia en mi cotidianidad es el andar con alcohol todo el tiempo y el ser fan de las máscaras faciales. Ahora, cada vez que salgo, dentro de mi bolso hay una cartuchera con alcohol y antibacterial. Puedo salir sin aretes (perdón mamá), pero no sin mi alcohol. Puedo salir sin peinarme, pero no sin la mascarilla. Prefiero llenarla de maquillaje, desperdiciar el labial porque nadie lo verá, dañarme la pinta porque la mascarilla no combina, pero siempre ando con ella puesta. De hecho, ya siento que se volvió tan parte de mí, que la seguiría usando por mucho más tiempo. Esa cosa ha sido un regalo divino para la rinitis matutina en Bogotá y para que la brisa helada no me congele los pulmones. Benditas sean, KN-95 y botellita de alcohol que hacen parte de mi vida.


Aquí paso a resaltar lo que plantea Thalía García Téllez, inmunóloga y especialista en enfermedades infecciosa en París, “si lo dejas 15 minutos, que es el tiempo recomendado para que el alcohol actúe, te aseguras que al menos 99% de esos potenciales virus ya habrán interactuado con el alcohol y por lo tanto habrán sido destruidos”.


Volvamos al cuento del paquete de papas. Imagínense la cantidad de gente que estuvo en contacto con ese paquete antes de mí. Ni siquiera hablemos de contacto directo. Alguien con la mascarilla mal puesta estornuda, las partículas cochinas quedan por ahí y se pegan al paquete. Cojo el paquete sin hacer nada al respecto, lo abro y me meto una papa a la boca sin haber limpiado mis manos. ¿Siguen pensando que sus manos están limpias? Gente, vivíamos de una forma demasiado asquerosa. ¿Cómo pasábamos el día sin lavarnos las manos y tocando cuanta baranda se nos atravesara? Me acostumbré a llenarlos de datos en estas publicaciones, pero hoy la reflexión es mucho más personal. Esas mañas raras que cogimos por la pandemia debemos seguirlas aplicando en nuestro día a día. No seamos comedores de papas cochinas. Embadurnemos el paquete de alcohol, limpiemos nuestras manos y comamos. Además, todos los que han venido a mi casa han sido víctimas de un desnudo de pies y un baño desinfectante en la entrada. Ni crean que van a tener el placer de volver a esconder sus medias rotas dentro de sus zapatos cochinos. Que vivan las medias y adiós a la mugre. No sean una papa cochina. Hola vida adulta, soy yo otra vez.

 
 
 

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