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EL SILENCIO

Un lugar mejor que antes.

  • Foto del escritor: Laura Villarreal A.
    Laura Villarreal A.
  • 7 mar 2022
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 12 jun 2022


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Quedarme dormida llorando era una actividad que hace un buen tiempo no realizaba. Era un ejercicio que pensé había quedado atrás, a pesar de la coyuntura que todavía me rodea. La verdad, pensé que una crisis ansiosa era lo menos probable que pasara en estas últimas noches, pero estaba completamente fuera de lugar. Volvió a pasar y más fuerte de lo que me imaginé cuando empezó. Hubo un acto desencadenante que fue bastante imprevisto, pero antes de echarles el cuento completo, quiero empezar diciendo que soy todo menos experta en estos temas. Solo les hablo desde mi experiencia y de lo que he aprendido gracias al grandioso acompañamiento de un psicólogo. Por consiguiente, no se tomen esto como una clase sobre la ansiedad ni mucho menos. Solo aprovecho el espacio para hacer algo de conciencia en aras de un día tan reconocido como lo es el día de la mujer.


Entonces, sin ansias de dejarles el cuento mocho, procedo. La semana pasada descubrí que la quinta temporada de Riverdale estaba en Netflix y no me la había visto. Los que son muy cercanos a mis gustos de series, saben que Riverdale me generó una obsesión sería. Por ende, era más que obvio que iba a gastar mis noches entreteniéndome a punta de Cole Sprouse, KJ Apa y obviamente, la trama de la serie. No voy a entrar en detalles sobre lo que estaba pasando por si algún lector curioso no se la ha visto y desea llegar sorprendido hasta esta temporada. La cuestión es que, en algunos capítulos, hay un acercamiento al tema de la muerte y los vínculos humanos. Y, como sé que leyeron la publicación anterior del blog (sisi, presión social), sabrán que ese es un debate que genera cierto recelo en mi cabeza. Durante algunas de las discusiones que se presentaron en la serie, me sentí plenamente identificada, pero la situación no pasó a mayores.


El sábado, arrunchada entre las cobijas y asombrada con la serie, procedí a pasar mi noche en vela buscando acabar el par de capítulos que me faltaban. No obstante, solo la vida sabía lo que se me venía encima. La última vez que había llorado con seriedad a causa de la muerte, había sido hacía ya unas semanas atrás. En medio de los diálogos, fallece un familiar de un personaje secundario que terminó siendo una revelación. Dicho personaje había tenido experiencias un poco traumáticas con su familiar fallecido, pero, su reflexión dentro de la coyuntura, me llegó al alma. En cuestión de segundos, sentí cómo las lágrimas se apoderaban de mí y perdía el control de mi llanto. Empecé a sentir como la crisis estaba por estallar y decidí dejarla libre. Era demasiado tarde en la noche y no tenía con quién hablar; igual no estaba segura de que eso era lo que quería. Lloré. Derramé las lágrimas que no había derramado desde semanas atrás. Me di cuenta que el dolor estaba ahí latente, más presente de lo que yo estaba siendo consciente.


Estuve así tal vez una hora o un poco más. Al final era intermitente, por lo que creí que el control de la situación estaba en mis manos. Continué viendo la serie, pero las lágrimas iban y venían a su disposición. Era muy tarde en la noche o muy temprano en la mañana. Quién sabe, la verdad. Era ya uno de esos ratos subjetivos donde el sol no ha salido, pero la actividad en las calles empieza a ser más bullosa. En fin, ya había pasado suficiente rato y era mi momento de tomar el toro por los cachos. Se abrió una ventana de oportunidad para contarle a alguien sobre cómo me estaba sintiendo. Aproveché y lo hice. Me desahogué. Me empecé a sentir mejor. No contuve el llanto, pero logré manejar la crisis con un grounding excercise o “ejercicio de polo a tierra”. 5 cosas que puedes ver. 4 cosas que puedes escuchar. 3 cosas que puedes sentir (tangibles). 2 cosas que puedes oler. 1 cosa que puedes saborear. La logré. Ahora sí, con su permiso, a mimir.


Para mí, personalmente, era raro volver a tener que vivir estos episodios ansiosos, pero quería compartirlo con ustedes más por lo que he logrado aprender de ellos, que por cualquier otra cosa. Repito, no soy experta y les hablo desde mi experiencia personal que más sesgada, imposible. Sin embargo, creo que es fundamental compartir el conocimiento porque, si me sirvió a mí, le puede servir a alguien más. Lo primero que les quiero decir es que vayan a terapia; asesórense muy bien porque cada caso particular tiene una forma diferente de manejarse. Segundo, el autoconocimiento es clave. Tercero, activen su red de apoyo cada vez que lo consideren pertinente y necesario. Cuarto, comuniquen lo que está pasando de la forma más asertiva posible. Quinto y relacionado con el punto anterior y el de autoconocimiento, comuniquen lo que sienten que requieren en el momento. Sexto, encuentren su lugar (no necesariamente literal) feliz. Por último, no crean todo lo que ven en internet.


Quisiera ser enfática en el tema de la comunicación. Como todos sabemos, esta siempre requiere de dos personas y se da en dos sentidos. Entonces, para poder que el ejercicio de comunicar se lleve a cabo de la forma más asertiva posible en favor de la persona afectada, se requiere cumplir con un par de criterios. Desde mi perspectiva, dichos criterios son establecer un espacio seguro, asegurarse qué necesita la persona y aprender a leer la situación. Cabe resaltar que no siempre se busca un consejo, a veces solo queremos ser escuchados y otras solo queremos estar en compañía de alguien más. Entonces, por favor siempre asegúrense de ser ese espacio seguro SOLO si ustedes están dispuestos y pregunten qué necesita la persona que está atravesando la crisis. No es fácil saber qué está atravesando el otro, pero estar ahí, como se pueda, puede significarlo todo para esa persona. No es fácil saber qué decir o qué hacer, pero créanme que se los van a agradecer toda la vida.


Habiendo dicho lo anterior, quisiera aprovechar estas líneas para hacer un llamado a todas aquellas personas cercanas a otras (especialmente mujeres) que, como yo, tenemos episodios de ansiedad. Sí, especialmente mujeres porque resulta que, en una encuesta realizada por el DANE en 2021, salió a relucir que el 70% de la población encuestada que padece síntomas de enfermedades mentales, fueron mujeres. Además, entre abril de 2020 y abril de 2021, más del 60% de las llamadas recibidas a la línea gratuita nacional de primeros auxilios psicológicos, fueron realizadas por mujeres. Entre los síntomas más recurrentes mencionados por las mujeres, estaban aquellos relacionados con la ansiedad, reacciones al estrés y la depresión. Este tema sigue siendo un tabú. Personalmente creo que, en muchas ocasiones, dejamos pasar la situación por desapercibido por la razón que sea y es precisamente por esto que quiero resaltar lo bien que se siente hacer algo al respecto.


Puede que yo lo vea desde la perspectiva de alguien que sufre de ansiedad de una forma relativamente leve. En efecto por eso inicié diciendo que era mi experiencia personal y no soy quién para juzgar. Pero, en mi caso, se sintió bien hablar y poner en palabras lo que sea que estuviese pasando. Me ayudó a reconocer lo que estaba sintiendo. Se sintió bien arreglarme y salir de mi casa a comprarme mi bebida favorita en mi spot favorito de Bogotá. Me ayudó a sonreírme en el espejo por estar orgullosa de mí. Se sintió bien escribirlo y definitivamente se siente bien saber que hoy estoy en un mejor lugar que antes. Gracias infinitas a todos los que han estado para mí en momentos tan oscuros. Les guardo en un lugar especial de mi corazón.

 
 
 

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